miércoles, 24 de octubre de 2012

La fábula del niño, el viejo y el burro que viven en mi

La "Fábula del niño, el viejo y el burrro" la leí cuando estaba en la enseñanza básica. Recuerdo que el profesor de Castellano, (por que así se llamaba esta asignatura más cercana a la linguística y al estructuralismo, que a su increíble e infinita capacidad de crear universos interpretativos), nos hizo después la clásica pregunta respecto de qué habíamos entendido y todos  los niños respondimos lo mismo: "no hay que hacerle caso a la gente, profesor" y de premio recibimos un 7,0; sin embargo ese día, a mi más que una certeza, me sembraron una gran inquietud; por lo mismo, me leí la historia una y otra vez, porque me obsesionaba la idea de encontrar una conclusión mejor, pero ¿cuál podría haber sido la mejor combinación para dejar a estos 3 personajes y al pueblo entero feliz?. Debo confesar que a mi la historia me perturbó, me complicó, me pareció inaceptable, cruel en todas sus facetas y por lo mismo, le he dado muchas vueltas todos estos años...

Ahora entiendo que mi vida ha sido más o menos lo mismo, una especie de insuficiencia matemática para dar con la alternativa correcta, esa que deje a todo el mundo feliz, pero principalmente a mi misma y ayer, después de 37 años he llegado a una tesis: El Niño, el Viejo y el Burro no son 3 seres independientes en cuanto a su capacidad de tomar decisiones, sino que son son uno solo y viven dentro de mi o de cada uno...(ustedes dirán ¿y pa' esta weá te pusiste a escribir? y aquí mi "viejo" interior responde: sí y si no te gusta esta historia, haz click en la flecha negra que está en el borde "suteliol" izquierdo (como diría Simón), pero hazlo y siéntete bien con ello. A partir de hoy comienzo a dar conscientemente, sin culpa y por 1ra vez,  una patada en la raja al burro imbécil y al niño sabiondo que habitan dentro de mí...que caminen los weones.

Dado que en nuestras decisiones siempre domina alguno de ellos, por qué razón no pedirle a los otros 2 que se callen y dejen de molestar cuando la cosa ya esta definida...no se puede dejar contento a todo el pueblo, pero sí podemos tomar el control y sentirnos plenos con nuestras propias decisiones. El niño de la fábula, podría ser el equivalente al "Adulto"; el burro al "Padre" y el viejo al "Niño", según ta teoría del análisis transaccional de la psicología. Los 3 integran nuestra estructura y dinámica de la personalidad. Un modelo que parece sencillo y que nos puede ayudar a analizar e interpretar la forma en que llevamos adelante nuestras relaciones o como nos comunicamos con el entorno y con nosotros mismos.

Se supone que nuestro "Adulto" es sabio, pero recuerden que equivale al "niño" de la fábula, ese que no decide ir por la vída haciéndole caso a todos los pelotudos que opinan y que en esta historia acata, pero también aprende; por lo mismo, tal vez nuestro adulto no sea tan brillante como dice el modelo transaccional. Nuestro "Adulto" interior trae de arrastre a un niño que puede estar lleno de carencias o haberse quedado pegado en la egolatría, eso no importa tanto como el hecho que seguramente este "Adulto" que llevamos dentro ya ha compensado todas las carencias de ese niño, ya sea en lo económico o en lo afectivo...ahí radica su poder y su capacidad para tomar el control y vivir en paz. Cuando tenga la convicción y fortaleza suficiente para tomar decisiones y el niño empiece a webiar, puede tomarlo y decirle: te he dado todo lo que querías, ya no necesitas nada más...y así calmarlo, ¿se entiende?, eso llevado a la fábula equivale a reescribir la historia: el niño, la primera vez que alguien dijo que se suban al burro en vez de andar caminando, pudo haber dicho: "señores, en este lindo día yo quiero caminar", (aunque el viejo haya insistido y lo haya conminado a la practicidad de la sugerencia)...¿ahora sí?

Nuestro "Padre" autoritario tampoco es tan terrible, tiene permitido tomar el control, recuerden que es la copia de nuestros propios padres, que no lo hicieron todo mal ¿cierto?; por lo mismo, puede imponer su voluntad sin remordimientos de vez en cuando, sin que el adulto lo torture con el "debe ser" o el niño se quede llorando. Recuerden que cuando el burro de la fábula perdió el control y se lanzó al río como un loco, al menos logró llegar a la otra orilla e impedir que lo sigan webiando (hay versiones que hablan que el burro en realidad murió, pero yo prefiero la versión  en que salió nadando hacia la otra orilla).

Finalmente el "Niño" que llevamos dentro, es como el viejito de la fábula, ese inseguro que quiere dejar a todo el mundo contento, culposo, que siente vergüenza, tal vez un viejo carente de personalidad incluso o qué se yo...ese niño que llevamos dentro siempre va a tratar de tomar el control...no puede dejar de hacerlo, por que es más o menos egocéntrico y curioso. Esos componentes, son al mismo tiempo los que nos han llevado de descubrir el camino que nos trajo hasta aquí; ..en ese sentido perdónenlo, tiene permitido equivocarse, caerse, dudar y tratar de agradar...pues contiene nuestra fuerza vital, intentar anularlo y recriminarlo, es negarse a sí mismo.

Todo este intenso ejercicio era simplemente para decir que hay que recomponer nuestra relación interior, ya sea mirándola como un niño que lee las hojas de un libro intentando entender de qué se trata, o desde adentro, pues la conclusión es una sola, todos los caminos conducen a Roma y Roma en esta historia es uno mismo.


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