martes, 18 de abril de 2017

La vida y la muerte en una taza de café

Ahí estaba yo, revolviendo un café cortado luego de un sueño increíble la noche anterior. ¿Y si mi café no es más que un patrón que se repite en todo el universo y pasamos como la espuma a la leche, hacia una esfera distinta cada vez que dejamos un plano?. No estoy creando el agua tibia, otros ya lo han pensado, eso de que vivimos en realidades paralelas. Yo estoy en la espuma y en paralelo, la leche y el café, el cristal, la mesa y mi hijo en clases de tecnología... En una de esas yo estoy en el café y no en la espuma como me figuro, pero más allá de eso, me importa reflexionar sobre ¿cuál es el gatillador que nos hace pasar de un plano a otro?.

Me pregunto si será como dice la filosofía shramánica, que se avanza cuando alcanzas el nirvana y se trasciende de las emociones, lo material y lo fenoménico individual, lo cual me parece un tremendo empeño, para el que muchos seres más simples, como yo, no estamos preparados; ergo, aquel no puede ser el único camino, mal que mal no todos somos budistas o hinduístas e igualmente, estamos en tránsito. Tal vez pasamos de la espuma a la leche o de la leche al café, cuando abrimos nuestra mente a un conocimiento superior, como el ideario de los dhármicos, una metáfora del pensamiento en el cual un tercer ojo ubicado en distintas partes de la cabeza (según la religión), nos permite sincronizarnos en correcta vibración con el universo; sin embargo aquí tampoco encuentro una respuesta, sobre todo porque soy consciente de no soy hinduista, ni taoísta e igualmente puedo conectarme con la energía del universo.

¿Será que el paso de un plano a otro es continuo y concordante a la edad de nuestra alma?. De alguna manera alteramos la materia y hacemos vibrar cuerdas universales en nuestro mismo plano, ¿qué tal si el presente no es más es un agujero de gusano y avanzamos cada vez que vibramos?, ya en si misma la palabra "vibrar" representa movimiento alrededor un posición, lo cual no implica desplazamiento y aún así no significa que no avancemos...si nuestra consciencia ha sido identificada y se está estudiando que nos disipamos al morir, ¿quién puede negar que tal vez es el momento en que atravesamos de un punto a otro por un camino infinito?.

Si aceptamos que nuestras almas son eternas y que el tiempo es lineal, entonces es perfectamente válido pensar también que nuestra alma puede tener una antigüedad distinta a la de otras personas; entonces, si el tiempo, el espacio, la energía y la materia son tridimensionales, algunos pueden acceder más fácilmente en el plano que habitan a un conocimiento, porque de todas formas deben seguir avanzando en consonancia a los gatilladores que ha adquirido en su viaje. Mal que mal la ciencia dice que todos nacemos con las mismas habilidades, pero algunas se desarrollan más que otras.

Pienso que el gatillador, entendico como aquel ese que nos permite avanzar por los anillos de este agujero que es la vida, es el conocimiento, entendido como un acto de razón, más allá del mero producto final del proceso de aprendizaje dogmático o pragmático, conocimiento como el acto de conmoverse, trepidar, como cuando descubres vívidamente el amor. ¿Qué otra forma de conocimiento más contundente es el amor, como acto de aprendizaje?, Tal vez por eso la música es una instancia de aprendizaje tan rica y compleja a la vez, es ahí donde los alquimistas modernos deberían poner sus instrumentos de medición, para ver vibraciones y cambios de estado en el alma de un niño golpeado, solo y resentido, que se estremece en el eco de sus cuerdas vocales o el tañido de las cuerdas de su guitarra.

Yo tampoco se de música, pero tal vez, sólo tal vez cuando nos estremecemos nos acercamos un poco más de la leche al café, que no es más que un estado distinto, como la muerte, la pequeña e ínfima muerte donde somos inconscientes de la ruta de tránsito. Me pregunto porqué, pero bueno, eso puede ser materia de otro volón.

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