viernes, 3 de octubre de 2014

Como se vive la crianza compartida en mi casa

Hoy leí una editorial de la intelectualmente ninguneada Alejandra Valle, donde pelaba a un conocido que deseaba ser padre a toda costa, (a pesar de su incapacidad para mantener una relación monógama). La Valle reflexionaba de todo lo que se necesita para ser papá, aparte de las ganas y de cómo debe enternderse este concepto de la "crianza compartida". Ahí, hacía una lista que me hizo click para desarrollar este volón en el cual quiero, más que rendir tributo, reconocer lo bien que mi marido hace todas aquellas cosas que antes eran de exclusiva responsabilidad de la mamá, o sea yo!. 

Cuando nació nuestro primer hijo, él y yo no sabíamos mucho de güagüas, pero recuerdo que la intuición femenina abarcaba más terreno, e incluso me atrevería a decir que tal vez esa fue la única época en que mis capacidades superaron a las suyas. Hoy, a casi 8 años años de aquel acontecimiento no puedo dejar de pensar en todo el terreno que he perdido ante su lenta, pero decidida marcha de hacer lo que se tenga que hacer en todo momento y en todo lugar para tener una vida en plenitud.

Hasta hace algunos años ambos vivíamos más cerca del trabajo, así que las labores de levantar, vestir, lavar, peinar, preparar las leches, hacer pipíes y seleccionar la combinación de colores perfecta para nuestra voluntariosa hija, eran temas de mamá. Hoy, yo debo partir de la ducha al trabajo, volando a más tardar a las 7:30 AM, así que desde hace 2 años es él quien debe descifrar en el primer sonido si mi porota despertó de buenas o de malas y tener la paciencia de conducir a nuestro hijo disperso a que concluya las tareas más básicas de la mañana. Mi marido se ha vuelto un psicólogo especialista en niños modorrientos.

Cuando nos conocimos los roles estaban mucho más claros, el cabro venía recién llegando a Santiago, estudiante, hijo de una familia tradicional, mamá cocina, papá come, así que la que cocinaba era yo y me esmeraba en hacerlo bien, para competir con mi suegra que además resultó tener una mano increíble en la cocina. Ahí me las arreglé para hacer bien los platos típicos, ya saben, cazuelas, legumbres, una que otra innovación, de manera de enrostrarle que el niño sí comía pescado y esas cosas de minas. Ajeno a nuestras rencillas, mi marido descubrió que amaba comer y que la comida es una fiesta, así que desde hace años hace la fiesta con nosotros, con nuestros amigos, con los niños empoderados de cuchillos filosos para cortar champiñones y yo, me he convertido en Sub Chef. Mi marido me fue desplazando en la cocina y ahora es como esas mujeres que declara los domingos "Día de ollas caídas", A veces, me pide con autoridad que yo cocine, porque simplemente no tiene ganas; ¿y qué hago yo?, Cocino, me toca y punto, así es convivir, ¡una danza constante!.

Me califico de medianamente buena cocinera, pero tengo un punto débil, las masas y postres, que no me van, y ¿adivinen quien tiene mano de monja en la casa?, ¿quién mezcla ingredientes en proporciones inauditas, huevos, mantequilla, colores y harina, hasta alcanzar la perfección de consistencia?, pues sí, mi marido. En casa, los queques y la torta de cumpleaños, que en la generación de su madre eran de exclusiva responsabilidad de las mujeres, ahora las hace el papá, ¿y yo?, bueno yo hago los "decores".

Mi marido baña, hace tareas, estudia matemáticas y geografía con sus hijos, los lleva de viaje con él cuando puede. Mi marido sabe consolar porrazos, dar placebos, quitar mañas, hacer moños, combinar rosado y fuccia. Mi marido sabe hacer todo lo que antes no sabía y lo ha ido haciendo porque quiere, porque le nace, porque tal vez las cosas cuando las hace él, resultan mejor.

Una vez leí que cuando el padre no participa en las labores de la casa, las hijas tienden a estudiar carreras orientadas al "servicio", justamente por que asimilan ese tipo de comportamiento en el inconsciente. ¿He perdido terreno?. No sé, tal vez sí, tal vez mis hijos no me ven como el pilar de la familia, la que es capaz de solucionar todos sus problemas. Cuando vienen llorando se abrazan también de su papá. Si yo he perdido terreno, mi marido ha ganado el suyo, pero nuestros hijos han ganado el doble, a una mamá y a un papá en equilibrio, en igualdad de condiciones frente a la vida. Una familia donde una hija puede taladrar y un hijo hacer sus famosos barcos al agua.

La crianza compartida es una realidad, una realidad que se construye de forma natural, no se impone. He visto a muchas parejas tratando de imponerse estos cambios, exigiendo al otro a costa del cansancio de llevarse por años toda la carga de la casa, pero no les resulta. Yo creo que resulta cuando 2 personas deciden avanzar hacia el equilibrio, cuando alguien mete las manos a la masa y descubre que lo hace bien y es validado por ello. Resulta cuando aprendemos a reconocer que no podemos ser buenos en todo, cuando delegamos. A estas alturas debo reconocer que haga lo que haga, mi marido en muchas cosas es mejor que yo. ¡Larga vida al rey!

En todo caso, la Valle es una bruja maldita, ¿saben cuál fue la primera cosa que se le vino a la mente cuando pensó en la crianza compartida?, "cortar uñas", ahí se le notó que la cabra sabe lo que dice, me dio risa y se de alguien que reirá conmigo de buena manera. Gracias por todo.

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